Restauración del sistema eléctrico de una Sanglas 400F

El proyecto empezaba a tomar forma. Una vez que empezaban a verse resultados en las piezas que iban saliendo del desoxidado y la moto comenzaba a parecer una moto, le tocaba el turno a esas partes que yo había preferido obviar hasta el momento. Estaba claro que podía limpiarse, que con mayor o menor dificultad podría eliminarse el óxido, sin embargo no podía asegurar que la moto no tuviera problemas mecánicos irreparables o que hubiera piezas estropeadas que hubiera que cambiar y que fuera imposible encontrar. Ese era el caso del sistema eléctrico de la Sanglas 400F.

Estamos acostumbrados a las nuevas tecnologías, en las que, al desmontar un ordenador, una radio o un teléfono móvil, no vemos más que una maraña de chips y elementos incomprensibles, al menos para mí. Lo mismo ocurre con nuestros coches: personalmente, si mi coche se para en medio de la carretera, puedo llegar a abrir el capó, comprobar el líquido del limpiaparabrisas, y… Y a no ser que el coche se haya parado por falta de líquido de limpiaparabrisas lo mejor que puedo hacer es llamar al seguro.

Este caso era parecido, lo único que yo veía eran cables pelados que iban de una parte a otra de la moto, que llegaban a piezas cuya función ignoraba, en el idílico caso en el que los cables llegaran a alguna pieza, y no aparecieran cortados o quemados.

Estado inicial del sistema eléctrico

En foros, hablando con mi padre y con personas que tenían motos antiguas pude saber que el mayor problema que había tenido el modelo 400f de Sanglas era el sistema eléctrico. Pintaban bastos.

Como sabía que a priori no podría reparar los elementos eléctricos, mi primera estrategia consistió en renovar el cableado. Sabía que con eso no iba a resolver todos los problemas eléctricos, pero al menos descubriría qué piezas estaban estropeadas cuando tuviera la certeza de que la corriente llegaba a ellas.

Le comenté a mi padre que tenía la intención de reparar el cableado de la moto. Me dijo que ni se me ocurriera, que el circuito no era el original, que iba a desmontarlo todo y después sería imposible saber dónde iba cada cable. Me dijo que iba a estar fuera una semana, que no tocase nada, que a su vuelta lo miraríamos. Por supuesto accedí… Tenía una semana para desmontarlo todo, cambiar el cableado y volverlo a montar en la moto como si no hubiera pasado nada. Y tenía que funcionar si no quería llevarme una buena bronca.

Mi primera adquisición, además de un buen número de rollos de cables de distintos colores, fue un comprobador de corriente. Con este aparato podía comprobar fácilmente si llegaba corriente a las diferentes partes del circuito. Decidí que la mejor forma de renovar el cableado era desmontar el circuito entero, separarlo de la moto, y llevarlo a casa, donde trabajaría con más comodidad. No había tenido en cuenta que había piezas eléctricas que no podía separar de la moto, como el presostato del aceite, el motor de arranque, el alternador o el ruptor. Tendría que cortar los cables, para una vez montado el circuito de nuevo, volver a empalmarlos.

Si bien afrontaba la tarea con optimismo, cuando abrí por primera vez el foco delantero de la moto descubrí lo que se me venía encima, todos los cables de la moto pasaban por allí antes de seguir su camino hacia pulsadores, fusibles y pilotos, y todos los cables eran muchos más cables de los que yo había pensado.

Pese a ello ya no había marcha atrás, el circuito estaba encima de mi mesa y había que devolverlo a la moto en mejor estado del que me había encontrado.

Tal como yo había imaginado, muchos de los problemas se debían simplemente a malos empalmes y a cables cortados que, una vez cambiados hicieron que muchas de las piezas cobraran vida y comenzaran a funcionar. Sin duda fue la primera gran satisfacción ver cómo la bocina sonaba, uno de los cuatro intermitentes parpadeaba y se iluminaban casi todos los indicadores luminosos.

De todas las piezas eléctricas, sólo tuve que cambiar dos, los relés de arranque y de intermitencia, que, si bien funcionaban, lo hacían de manera irregular y el coste de sustituirlos por otros más modernos no era excesivo.

Relé de intermitencia

Al devolver el circuito a la moto comprobé que el motor de arranque, que había motivado el último abandono de la moto años atrás por la imposibilidad de arreglarlo, también funcionaba. Eso quedaba muy lejos de decir que la moto arrancaba, pero sin duda era un paso de gigante.

Otro aspecto que descubrí fue la existencia del limpiador de contactos eléctricos, un spray que me ayudó muchísimo para mejorar las conexiones entre distintos terminales de la moto.

Aún quedaban problemas eléctricos por resolver: el indicador de la presión del aceite, los relojes del velocímetro y el cuentarrevoluciones, el conmutador de luces, la intermitencia trasera, las luces de freno, la bujía,… Pero había cumplido mi misión y había devuelto el circuito a la moto en mejores condiciones que cómo lo encontré, y antes de que pasara la semana. La Sanglas, por primera vez después de varios años, volvía a tener vida propia.