Restauración de una Sanglas 400T
La Raimunda seguía aparcada en un rincón del taller, alejada de la vista de sus hermanas pequeñas, para que su lamentable estado no las contagiara. Los últimos retoques en La Afortunada y La Lebrijana le habían proporcionado unos meses de descanso, pero le había llegado la hora a la veterana del taller. Tocaba hacer análisis de daños.
Y precisamente eso fue lo que analizamos, daños y más daños. La moto presentaba un estado lamentable, que habría desalentado a cualquiera que no fuera un loco como nosotros. El óxido cubría cada una de sus piezas hasta tal punto que había llegado a agujerear algunas, dejándolas inservibles e irreparables.
Para gustos los colores, o al menos eso dicen, porque por más que la miraba no conseguía entender el gusto de soldarle una caja metálica al chasis, a modo de moto de Telepizza, por no hablar del salpicadero Seat 1430 adaptado al velocímetro.
El sistema eléctrico era inexistente, habría que rehacerlo completamente de nuevo.
El asiento, a pesar de su apariencia externa, estaba completamente podrido. Tocaría mandarlo al tapicero, como habíamos hecho con el asiento de La Primitiva.
Habría que comprar guardabarros nuevos, ya que faltaban los que montaba la moto de fábrica, preciosos y muy cotizados. Supongo que por esta razón habrían pasado a mejor vida y, con suerte, ahora estarían rodando por alguna carretera española.
Después de atravesar la gruesa capa de suciedad y óxido, fueron apareciendo vestigios de la moto original, pintados en azul, lo que supuso la pista definitiva para catalogarla como una Sanglas 400T «De lujo». En esta ocasión no íbamos a respetar el modelo original, pues la pintaríamos de negro, como la primera Sanglas 400.
Fuimos desvistiéndola poco a poco, con delicadeza, para que fuera acostumbrándose. Fue así como descubrimos que también presentaba daños en el chasis, que deberían ser soldados si queríamos que algún día La Raimunda pasara la ITV.
Por no dar sólo malas noticias, el motor y el carburador, sorprendentemente no presentaban tan mal estado como el resto de la moto, y nos daban alguna esperanza de poder arrancar alguna bocanada de humo al monocilíndrico motor de cuatro tiempos.
Después de realizar el análisis de daños y esperanzas, de anotar en una extensa lista de papel todos los componentes que tendríamos que comprar, y en la otra, la lista mental, la cantidad de horas que habría que pasar en el taller, subimos la moto al banco para montarla de nuevo, ya sin los añadidos que la afeaban.
Fue entonces, con la moto vestida, cuando llegó el ansiado flechazo. Aún estaba sin maquillar, se había puesto lo primero que había encontrado, y ella misma se sentía fea… Pero para mí ya era la chica más bonita del baile.
quiero mas. como va la joyita?
Hola Alberto!
Pues no hemos salido del taller en todo el finde, está ya en el chasis y casi todo decapado para empezar a pintar. No veas como se resiste la suciedad y el óxido incrustado! Espero poder contarlo esta semana aquí.
Una pasada lo que hacéis en Garage and Road! Y curradísimos los videos! Ya te pediré consejo!
Un abrazo y gracias por leernos!